Abdicaciones se presentó los días 7, 14, 21 y 28 de marzo 2014; 4, 11 y 25 de abril 2014; 2, 9 y 16 de mayo 2014 en el Aula-Teatro-Escenario-Auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras a las 19 hrs.
Supongo que acudir a la última función de una obra tiene sus ventajas pues, debería ser así, el elenco y el equipo en general ya tuvieron el tiempo suficiente para afianzar lo que estaba funcionando y dar solución a las complicaciones que se les presentaron.
Sin embargo, no todo fue realmente mejorado.
En primera instancia tenemos la disposición espacial. Una de las complicaciones del Aula-Teatro-Escenario-Auditorio Justo Sierra es que el equipo creativo se encuentra con un gran espacio, cabe recalcar que es el teatro más grande de la Facultad, por lo que se teme utilizarlo de forma productiva sin desperdiciarlo (lo viví durante mi primer semestre en el Laboratorio de Puesta en Escena). Para Abdicaciones la directora Gloria Arellano apostó por disponer las gradas en cuatro puntos colocando así un espacio arena, las actrices desarrollaron sus escenas tanto en el centro de las gradas como en los espacios entre ellas. A pesar de ser una buena idea para aprovechar todo el espacio lo cierto es que esto falló en la cuestión de isóptica pues aquellas escenas que se desarrollaron entre las gradas se perdieron para algunos espectadores (yo no pude ver las escenas del personaje de Nandi Carmona que dieron lugar en la esquina derecha de la grada en que me situaba, por ejemplo).
Por otro lado, tenemos una esquina que fue totalmente desaprovechada: el personaje de Beatriz Bermúdez, al entrar, estaba en un espacio que escenificaba un bar, espacio que se vio totalmente desaprovechado pues nunca ocurrió una escena en dicho lugar, simplemente fue el espacio en el que la actriz pasó la mayor parte del tiempo de la obra.
Otro pequeño problema es que Rebeca Roa hace sus cambios de vestuario totalmente en escena, si bien se agradece que la ropa interior esté de acuerdo a su personaje lo cierto es que resulta incómodo verla cambiarse (yo me incomodé) no sé qué tan incómodo haya resultado para ella.
A pesar de lo anterior no todo fue tan malo. Las actuaciones son totalmente rescatables: Leilani Cruz dio vida a una engreída locutora de radio, Noemí Cisneros logró interpretar impecablemente a una abogada que manipula la ley a su antojo, Rebeca Roa representó excelentemente a una chica de cara bonita pero cabeza hueca, Beatriz Bermúdez en exquisito papel de una ladrona y Nandi Carmona, a pesar de estar un poco más abajo que las demás, no podía estar más que perfecta para encarnar a una mujer hipocondríaca.
Dramaturgicamente nos encontramos con un pequeño desperfecto sin resolver: ¿de qué es el programa de radio del personaje de Leilani Cruz? ¿En verdad transmiten su programa? Es un pequeño detalle que queda sin importancia al contar con una historia que abre y cierra bien a pesar de que el ritmo en la última escena va poniéndose cada vez más lento. Los diálogos en cada escena fluyen bien y tienen la característica de llegar a tocar la sensibilidad del espectador que comparta las mismas opiniones que el personaje, sea hombre o mujer. A pesar de contar con chistes referentes a lecturas determinadas lo cierto es que aquel que no conozca el texto del que se habla también se siente incluido en dicho chiste.
Un aplauso magnífico y bien merecido por aquel gag de la línea “te entiendo” repetida por Rebeca Roa durante su primera escena con Beatriz Bermúdez que a pesar de haberse dicho múltiples veces nunca perdió su chiste ni cansó al público, algo muy complicado de lograr y totalmente alcanzado en esta puesta en escena.
Así pues tenemos un montaje que a partir del título nos puede lanzar muchas expectativas que sólo se ven acrecentadas al ver la ‘sinopsis’ del programa de mano (que no dice nada al respecto) y que realmente nos permite conectar con lo que está pasando en escena a los personajes.
Y es que es inevitable sentirse identificado con uno o con varios de los personajes en ciertas situaciones pues todos hemos pasado por distintas fases del amor y hemos pensado igual que alguno de los personajes o coincidimos en el ahora con otro y eso es lo que termina de hacer valiosa la obra.
Issiz Westenra
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