En 2017, Netflix
lanzaba su serie original 13 Reasons Why,
basada en la novela de mismo nombre del autor Jay Asher, que ponía el dedo
sobre el tema del suicidio en adolescentes. La serie, como todo “producto”,
tuvo sus críticas buenas y malas, siendo estas últimas más enfocadas hacia el
trasfondo de la muerte de la protagonista, Hanna Baker: la señalaban como
dramática, hipócrita y exagerada, a eso se unían frases del tipo “ni aguanta
nada, está en preparatoria, no iba a durar para siempre” y con esto
invisibilizando el principal motivo de la realización de la serie.
El suicidio es
la tercera frecuente causa de muerte entre los jóvenes que oscilan en el rango
de 15 a 24 años de edad y entre sus motivos se enlista el bullying, misma razón
por la que Hanna Baker se corta las venas en la bañera de su casa (toma
pastillas en la novela). Lamentablemente, para muchos que criticaron la serie,
el bullying no es razón suficiente para cometer suicidio.
Sin embargo, lo
que se está ignorando con esta postura es que Hanna tenía otras razones para
matarse. Sí, fue víctima de bullying, pero no de un solo bullying sino también
de variantes de este: rumores creados a partir de un hecho distorsionado (que
es lo que marca el resto de lo que sufre), fotos sacadas de contexto, acoso
sexual (sostenido con el rumor inicial) y, al igual que la gente “detractora”
de la serie, la burla o minimización de sus sentimientos hacia todo ello.
Por otra parte,
hay otras tres razones por las cuales decidió morir: la culpa por la muerte de
un compañero de la escuela (considero que esta es la razón más fuerte), el
acoso sexual que derivó en una violación (y el denunciar no le serviría de nada
gracias al rumor inicial) y, principalmente, la falta de apoyo a todo lo que se
le estaba acumulando.
En esta tercera
razón, podemos ver que Hanna realmente ya no sabe cómo lidiar con todo lo que
se le está cargando: los amigos que tenía la abandonaron, sus padres están
demasiado ocupados en no irse a la quiebra y, el único con quien puede hablar,
no es una buena opción para contarle todo ya que teme que él se aleje de ella e
incluso “mancharle” su reputación si mantienen su amistad, es esta tercera
razón la más triste de todas.
Algunos
artículos de especialistas en el tema señalan que una mudanza puede ser un
factor “perturbador” en el adolescente y, por ende, un factor para el suicidio.
Al inicio de la serie se nos hace saber que Hanna acaba de mudarse a la ciudad
y le cuesta trabajo adaptarse.
Otros síntomas
que mencionan dichos especialistas y que Hanna presenta durante el desarrollo
de la serie son: a) alejamiento de sus amigos, familia y/o actividades
habituales, b) comportamiento rebelde o escaparse de la casa, c) cambios
pronunciados en su personalidad, d) quejarse de ser una mala persona o sentirse
abominable, e) tener acceso a productos y/o artículos letales como armas de
fuego o pastillas, y f) poner en orden sus asuntos: regalar posesiones, limpiar
su cuarto, botar papeles, etc.
Como se puede
ver, sí, tal vez Hanna estaba exagerando (es una adolescente) pero lo cierto es
que hay una profundidad más allá de su supuesta exageración. Hanna es el
retrato de muchos motivos para el suicidio, razón por la cual los creadores de
la serie vieron en una ella una buena forma de concientizar sobre el tema.
Dejando de lado las cintas, el drama amoroso y el drama de todo adolescente, la
serie logra su objetivo a medias pues a pesar de poner de forma cruda el
suicidio de la protagonista (cambiando las pastillas por una navaja quitándole
así lo “poético” al acto y mostrando de esta forma lo “real” de la situación)
sigue enfrentándose al cliché de “los adolescentes son melodramáticos”… sin
mucho éxito.
Tal vez el
suicidio adolescente seguirá siendo invisible ante los ojos de la importancia
de la sociedad por un largo tiempo todavía.
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